Por Clamor Republicano
Nos roban, nos mienten, nos engañan, nos exprimen. Sacan toda su artillería a las calles de los medios tradionales, a las avenidas de las nuevas tecnologías, a las ramblas del marketing lacayo del sistema. Nos llevan a la confusión, nos teledirigen desde nuestros propios principios a benefecio de los suyos, nos empujan al precipicio de nuestra desgracia, a las simas de su abundancia. Para ello hacen servir nuestras propias palabras, nuestros esloganes, nuestras brillantes ideas revolucionarias, que no tardan en ser desvirtuadas para vender cualquier producto de multinacionales. Grandes corporaciones contra las que creemos luchar dignamente y de las de que alguna manera acabamos siendo sus rehenes, porque para ser consecuentes al cien por cien con aquello que pensamos y defendemos tendríamos que vivir en una burbuja aislados del mundo que pretendemos salvar. Y a veces es duro verse reflejado en ese espejo y a tener tan altas y nobles aspiraciones cuando nos cuesta salvarnos a nosotros mismos.
Nos utilizan, nos dejan indefensos y mudos a todos aquellos que desorientados observamos como usurpan y pervierten nuestro lenguaje, nuestros mensajes. Estupefactos y exhaustos podemos caer en la paranoia de cuestionar quién y qué hay detrás de todo, y eso también es un arma del sistema que pretende pararnos y desunirnos. ¿Quién dirige las masas? ¿Quién las hace subir? ¿Cuándo llegarán al punto ideal de cocción sin que se quemen, que es lo que pretenden? Y si el pueblo llega a convertirse en un pastel de dignidad ¿quién se lo comerá?
Qué tiempos aquellos en que la derecha, "la nuestra", siempre ultra, ultrafascista, ultracatólica, ultrarepresora no se dignaba a utilizar ni los colores, ni los modos, ni la conducta, ni el diccionario de la izquierda, "la nuestra", siempre atomizada, insegura, dispuesta a olvidar sus orígenes de lucha, represión y sangre derramada, si el poder estaba a su alcance. Ahora que estamos en la universalización de los valores que fueron patrimonio de esa izquierda sin que se pueda hablar de política, ni de opciones políticas, porque son valores que se refundan en un nuevo humanismo incoloro, inodoro y esperemos que no insípido, cuya no bandera en un momento dado a todo el mundo le gustaría enarbolar, ahora es momento de no dejarnos robar. Que no usurpen la esencia que desprenden las flores que se portan en las manos de los que no tuvieron que oler el hedor de las prisiones por las que se arrastraron durante siglos todos los que se rebelaron contra la injusticia, para convertirla en un perfume que anuncien en tv para ser vendido en los grandes almacenes.
No nos quieren, pero nuestro inconformismo es rentable porque nuestra rebeldía es comercial y el sistema la convierte en la pesa de la olla a presión capitalista para que esta no reviente.
Vendrá el Papa y no todos los que vayan a verlo llevarán el jersey de pico colgado de los hombros, algunos tendrán un aspecto con el que se podrían pasear por cualquier acampada, harán pop-protesta bendecido por el santo padre que tendrá hasta su propio cómic porque los tiempos cambian y hasta el OPUS hará servir las nuevas consignas de los nuevos movimientos para sus fines.
Un ejemplo es que London Calling de The Clash sea la canción que utilizará la BBC para dar a conocer al mundo sus juegos olímpicos: "La era del hielo se acerca, el sol se hace más fuerte, se aguarda un colapso y el trigo apenas crece, los motores se detienen, pero no tengo miedo porque Londres se ahoga y yo, yo vivo junto al río." Y Londres no se inunda, arde, y no sabemos quien mete fuego a sus calles, si se trata de disturbios raciales, sociales, delincuencia juvenil. En unas horas se monta un grupo de revolucionarios de escoba que salen a limpiar los desperfectos y que nos hunden más en nuestra confusión. Y para poner la guinda al pastel nos cuentan que ya no son las redes sociales las que llaman al saqueo, a la diversión de la violencia, que no a la insurrección aunque algo más que algo está pasando para que esta estuviera justificada. Ya no es el facebook, ni el twitter, son los sms de Blackberry, cuyos terminales no están al alcance de cualquiera, y sale en todos los informativos constituyendo un anuncio universal impagable que seguro disparará las ventas de sus teléfonos, que serán comprados por los activistas que han sido informados de que sus mensajes estarán a buen recaudo porque son difíciles de rastrear y la compañía no delata a sus clientes, y de este modo ya estamos en la rueda. La rueda de quienes nos roban y usurpan nuestras ideas y nuestra expresión mientras nosotros como hamsters ansiosos la hacemos girar y a su antojo.
Quizá tengamos que inventar un nuevo idioma para luchar contra quienes nos oprimen, que sea incorruptible y que no se vuelva contra nosotros, para cuando oigamos la llamada a la desobediencia civil sepamos cual es su verdadero origen y su final. Y aún así tendremos que dejar de cuestionarnos todo, arriesgarnos y no dejar que tomen las riendas de lo que llegará en otoño, puesto que hasta las revoluciones hacen vacaciones.
Todo era más claro cuando rojo y roja era un insulto.
Nos roban, nos mienten, nos engañan, nos exprimen. Sacan toda su artillería a las calles de los medios tradionales, a las avenidas de las nuevas tecnologías, a las ramblas del marketing lacayo del sistema. Nos llevan a la confusión, nos teledirigen desde nuestros propios principios a benefecio de los suyos, nos empujan al precipicio de nuestra desgracia, a las simas de su abundancia. Para ello hacen servir nuestras propias palabras, nuestros esloganes, nuestras brillantes ideas revolucionarias, que no tardan en ser desvirtuadas para vender cualquier producto de multinacionales. Grandes corporaciones contra las que creemos luchar dignamente y de las de que alguna manera acabamos siendo sus rehenes, porque para ser consecuentes al cien por cien con aquello que pensamos y defendemos tendríamos que vivir en una burbuja aislados del mundo que pretendemos salvar. Y a veces es duro verse reflejado en ese espejo y a tener tan altas y nobles aspiraciones cuando nos cuesta salvarnos a nosotros mismos.
Nos utilizan, nos dejan indefensos y mudos a todos aquellos que desorientados observamos como usurpan y pervierten nuestro lenguaje, nuestros mensajes. Estupefactos y exhaustos podemos caer en la paranoia de cuestionar quién y qué hay detrás de todo, y eso también es un arma del sistema que pretende pararnos y desunirnos. ¿Quién dirige las masas? ¿Quién las hace subir? ¿Cuándo llegarán al punto ideal de cocción sin que se quemen, que es lo que pretenden? Y si el pueblo llega a convertirse en un pastel de dignidad ¿quién se lo comerá?
Qué tiempos aquellos en que la derecha, "la nuestra", siempre ultra, ultrafascista, ultracatólica, ultrarepresora no se dignaba a utilizar ni los colores, ni los modos, ni la conducta, ni el diccionario de la izquierda, "la nuestra", siempre atomizada, insegura, dispuesta a olvidar sus orígenes de lucha, represión y sangre derramada, si el poder estaba a su alcance. Ahora que estamos en la universalización de los valores que fueron patrimonio de esa izquierda sin que se pueda hablar de política, ni de opciones políticas, porque son valores que se refundan en un nuevo humanismo incoloro, inodoro y esperemos que no insípido, cuya no bandera en un momento dado a todo el mundo le gustaría enarbolar, ahora es momento de no dejarnos robar. Que no usurpen la esencia que desprenden las flores que se portan en las manos de los que no tuvieron que oler el hedor de las prisiones por las que se arrastraron durante siglos todos los que se rebelaron contra la injusticia, para convertirla en un perfume que anuncien en tv para ser vendido en los grandes almacenes.
No nos quieren, pero nuestro inconformismo es rentable porque nuestra rebeldía es comercial y el sistema la convierte en la pesa de la olla a presión capitalista para que esta no reviente.
Vendrá el Papa y no todos los que vayan a verlo llevarán el jersey de pico colgado de los hombros, algunos tendrán un aspecto con el que se podrían pasear por cualquier acampada, harán pop-protesta bendecido por el santo padre que tendrá hasta su propio cómic porque los tiempos cambian y hasta el OPUS hará servir las nuevas consignas de los nuevos movimientos para sus fines.
Un ejemplo es que London Calling de The Clash sea la canción que utilizará la BBC para dar a conocer al mundo sus juegos olímpicos: "La era del hielo se acerca, el sol se hace más fuerte, se aguarda un colapso y el trigo apenas crece, los motores se detienen, pero no tengo miedo porque Londres se ahoga y yo, yo vivo junto al río." Y Londres no se inunda, arde, y no sabemos quien mete fuego a sus calles, si se trata de disturbios raciales, sociales, delincuencia juvenil. En unas horas se monta un grupo de revolucionarios de escoba que salen a limpiar los desperfectos y que nos hunden más en nuestra confusión. Y para poner la guinda al pastel nos cuentan que ya no son las redes sociales las que llaman al saqueo, a la diversión de la violencia, que no a la insurrección aunque algo más que algo está pasando para que esta estuviera justificada. Ya no es el facebook, ni el twitter, son los sms de Blackberry, cuyos terminales no están al alcance de cualquiera, y sale en todos los informativos constituyendo un anuncio universal impagable que seguro disparará las ventas de sus teléfonos, que serán comprados por los activistas que han sido informados de que sus mensajes estarán a buen recaudo porque son difíciles de rastrear y la compañía no delata a sus clientes, y de este modo ya estamos en la rueda. La rueda de quienes nos roban y usurpan nuestras ideas y nuestra expresión mientras nosotros como hamsters ansiosos la hacemos girar y a su antojo.
Quizá tengamos que inventar un nuevo idioma para luchar contra quienes nos oprimen, que sea incorruptible y que no se vuelva contra nosotros, para cuando oigamos la llamada a la desobediencia civil sepamos cual es su verdadero origen y su final. Y aún así tendremos que dejar de cuestionarnos todo, arriesgarnos y no dejar que tomen las riendas de lo que llegará en otoño, puesto que hasta las revoluciones hacen vacaciones.
Todo era más claro cuando rojo y roja era un insulto.