CARTA A LOS POLÍTICOS ITALIANOS Y NO SÓLO A ELLOS
de Luisa Morgantini Vicepresidenta del Parlamento Europeo
Roma, 3 enero 2009
Ni una palabra, ni un pensamiento, ni una señal de dolor por los centenares de personas muertas, mujeres, niños y niñas, ancianos y militantes de Hamás, que también son personas. Casas, edificios enteros, ministerios, escuelas, farmacias y comisarías de policía; todos completamente destruidos. Pero dónde ha quedado nuestra humanidad. Dónde están ahora los Veltroni, con su I care [Me preocupa], cómo es posible guardar silencio o defender la política de agresión israelí.
La población de Gaza y de Cisjordania, el conjunto de los palestinos, paga el precio de la incapacidad de
Ciertamente, con el lanzamiento de cohetes, Hamás genera miedo y constituye una amenaza para la población civil israelí. Son acciones ilegales que deben ser condenadas; es necesario que paren. Pero ya basta de la impunidad de Israel y del chantaje de sus líderes.
Desde 1967, Israel ocupa militarmente los territorios palestinos: una ocupación brutal y colonial. Robo de tierra, demoliciones de casas, checkpoints donde se humilla, se golpea y se menosprecia a la población palestina, colonias que crecen a ritmo alarmante, apoderándose de la tierra y de las reservas de agua y destruyendo cosechas. Miles de prisioneros políticos, a los que se les niega incluso la visita de familiares.
Ustedes, líderes políticos, ¿han visto alguna vez la desesperación de un campesino palestino que se aferra a su olivo mientras una excavadora lo arranca de raíz y soldados israelíes lo golpean con sus rifles y le obligan a soltarlo? ¿Y a una mujer dando a luz detrás de una roca y a su marido cortando el cordón umbilical con una piedra porque los soldados israelíes no les permiten pasar para ir al hospital? ¿O a Um Kamel, a la que desalojaron de su casa, comprada con mucho sacrificio, porque unos judíos fanáticos (no supervivientes del Holocausto, sino de Brooklyn, de los que creen que esa tierra y por lo tanto esa casa son suyas por derecho divino) entraron en la casa por la fuerza y la ocuparon, porque querían construir otra colonia judía en ese barrio árabe de Jerusalén?
¿Han visto alguna vez a los niños y niñas de los pueblos de alrededor de Tuwani, en el sur de Hebrón, que, para ir al colegio deben andar más de una hora y media, porque en la carretera que va del pueblo a la escuela hay un asentamiento judío y sus habitantes los golpean y los atacan?
¿Y los pastores de Tuwani, que se encuentran sus depósitos de agua o sus ovejas envenenadas por colonos fanáticos? ¿O la ciudad de Hebrón, reducida a ciudad fantasma porque cuatrocientos colonos viven en la ciudad vieja protegidos por varios miles de soldados que han expulsado a miles de palestinos y les han obligado a cerrar más de ochocientas setenta tiendas?
¿Han visto el muro que separa calles y barrios, que le roba tierras a los pueblos, que separa a la propia población palestina, que deja tierra fértil y reservas de agua en el lado israelí, un muro que además ha sido declarado ilegal por el Tribunal Internacional de Justicia? ¿O acaso no han visto a los enfermos de cáncer que tienen que esperar en el cruce de Eretz, porque no los dejan pasar por “motivos de seguridad”? En los últimos diecinueve meses, 283 personas han muerto por falta de la atención médica que deberían haber recibido en hospitales extranjeros, pero que no han podido recibir por falta de autorización para salir, a pesar de contar con el apoyo de médicos israelíes del grupo Médicos por los Derechos Humanos.
¿Ustedes han sentido alguna vez el frío glacial de las noches de Gaza que penetra en los huesos, ya que no hay ni electricidad ni calefacción? ¿Y qué hay de los bebés prematuros que nacen en el hospital de Shifa, con sus pequeños cuerpos que intentan vivir, pero que mueren tras treinta minutos sin electricidad?
¿Acaso han visto el miedo y el terror en los ojos de los niños; sus cuerpos mutilados? Desde luego que el miedo de los niños de Sderot no es diferente, y los cohetes también pueden matar, pero al menos tienen lugar donde resguardarse, y, por suerte, nunca han visto edificios destrozados y decenas de cuerpos sin vida a su alrededor, ni aviones que los bombardean. Una sola muerte basta para decir no, pero la proporción también cuenta, así, desde 2002, veinte personas han muerto en ataques con cohetes de extremistas palestinos: demasiados. Sin embargo, al mismo tiempo, miles y miles de casas han sido destruidas en Gaza y más de 3000 habitantes en esta zona han muerto, incluidos cientos de niños, que no tenían nada que ver con el lanzamiento de cohetes.
Después de las manifestaciones de Milán donde se quemaron banderas israelíes, ustedes, los líderes políticos, expresaron su indignación, exclamaron su condena. Están en su derecho.
Yo no me dedico a quemar banderas ni de Israel ni de ningún otro país, y creo que Israel tiene el derecho de existir como un Estado normal, un estado para su ciudadanía, según las fronteras de 1967, mucho más amplias que las del plan de partición de las Naciones Unidas de 1947.
Sin embargo, me habría gustado escuchar su indignación y su humanidad y oírles exclamar por el dolor de tantas muertes y tanta destrucción, por tanta arrogancia, por tanta falta de humanidad, por tantas violaciones del derecho internacional y humanitario. Me habría gustado oír cómo le decían al Gobierno israelí: cesen el fuego, detengan el asedio a Gaza, paren la construcción de asentamientos en Cisjordania, acaben con la ocupación militar, respeten e implementen las resoluciones de las Naciones Unidas. Este es el camino para no dejar lugar ni al fundamentalismo ni a las amenazas contra Israel.
Y escuchen a los miles de israelíes de Tel Aviv que les dicen: nos negamos a ser enemigos, paren la ocupación, paren la masacre.
¡Díos mío, en qué terrible mundo vivimos!
INFO: Luisa Morgantini, 0039 348 39 21 465
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Traducción del inglés: Laura Moreno Egea (MdN Málaga)