¿por qué no me deja algo tranquilo, y en lugar de pintar la mona en la TV, como suelen hacer los mandatarios europeos, se decide de una vez y condena también a Franco?
Carlos Tena | Para Kaos en la Red | 1-7-2009
Qué pena y qué congoja me entraron, Rey Juan Carlos, el día que José Antonio Barroso, ese simpatiquísimo pero lenguaraz alcalde de la gaditana villa de Puerto Real, amigo mío por cierto, vertió sobre su egregia persona y sus ancestros, todo tipo de descalificaciones. Era domingo. Yo me encontraba tomando un mojito, tranquilamente, en un bareto de La Habana, después de haber ido a misa para ver a una cubana amiga mía, que canta como los ángeles en el coro de la iglesia, y me contaron que el excelentísimo corregidor se había cebado en usted, como los buitres en la carroña. Se me atragantó el bebedizo. No sabe hasta qué punto quedé anonadado, ante aquella sarta de improperios, que ignoro si son ciertos o no, aunque un ciudadano que ocupa un cargo así, se supone que debe tener mejor información que yo.
A lo que iba. Me puse a recordar que, hace unos meses, visité algunas de las oficinas del Parlamento Europeo en Bruselas, Luxemburgo y Estrasburgo, preguntando por aquella jornada en la que todos los partidos de derechas representados en la cámara del viejo continente, votaron en contra de una propuesta destinada condenar los crímenes de Franco, ya sabe, ese general que le nombró a usted su sucesor a título de Rey. Y me dije: ¿Pero no es mi monarca, el que condena el terrorismo cada vez que puede? ¡Anda, que no es Su Alteza pelín guaja¡…
Ahora que se acerca una de sus fechas icono, el 18 de Julio, recuerdo su gesto tan recio y castrense cuando juraba sobre la Biblia, y ante el Caudillo, los Principios Fundamentales del Movimiento Perpetuo, porque, que yo sepa, su antecesor, gracias a personalidades como Manuel Fraga, Santiago Carrillo, Felipe González, Manuel Chaves, José Bono, José María Aznar, Carlos Iturgaiz, María San Gil, Mariano Rajoy, Rosa Díez, Esperanza Aguirre y usted mismo, que sin duda es el mayor admirador del Generalísimo, sigue más vivo que nunca.
Permítame una pregunta que me corroe desde que hace un lustro: ¿Si hubiera usted sido, por un casual, diputado en el Parlamento Europeo, pongamos por el PSOE (que le cuadra muy bien) o por el PP (que tanto monta, monta tanto), hubiera condenado el régimen de aquel animal vestido de militar? ¿O más bien se hubiera ausentado discretamente de la cámara? En fin, es una cuestión sin doble intención. De todas formas, volviendo al alcalde de Puerto Real, yo creo que lo que le espetó a su majestad, fue sin mala voluntad, así que, Alteza, pelillos a la mar; y si puede, échele una mano económica al munícipe, que a usted no le falta el dinero. Pillín, más que pillín... Una multa de más de siete mil euros, con esta crisis, acojona a cualquiera. Y total, por soltarle cuatro frescas, o como decía mi añorado Tip, por cantarle a su egregia persona las verdades del barquero.
Yo sé que usted es persona cultivada, que ha estudiado dos asignaturas importantes: Cómo parecer Demócrata en dos días y Urbanidad y Buenas Costumbres, aunque haya suspendido la última, y sé también que está usted muy preocupado por el terrorismo y la violencia. Y yo, no vea. Vivo en un barrio madrileño donde ETA colocó varias bombas, y cada vez que yo salía de casa, o mi hija se iba al Instituto, se me subían los huevos a la garganta, igualito que cuando escucho el Himno Nacional o veo los telediarios de las TV españolas, o leo (más bien, leía,) algunos diarios, de esos que poseen unos cuantos millonarios amigos suyos. Por cierto, qué cosa más curiosa, que algunos de sus mejores colegas hayan tenido graves problemas con los tribunales de justicia (Mario Conde, Alfonso Escámez, los “Albertos”, Javier de la Rosa), aunque alguno, pobre alma de Dios, la ha palmado (Manuel Prado y Colón de Carvajal) o le “han palmado” para que no cantara, que todo se sabe luego… ay, ay, ay… Alteza, qué mundo más siniestro, este en el que vivimos.
Oiga Rey, monarca de las entretelas de Plácido Domingo, Ana Belén, La Pantoja, Víctor Manuel, Chiquilicuatre, Ramoncín, Serrat, Raphael y Sabina: ¿por qué no me deja algo tranquilo, y en lugar de pintar la mona en la TV, como suelen hacer los mandatarios europeos, a los que luego se les atrapa de juerga con el puterío internacional, se decide de una vez y condena también a Franco? ¿Qué le cuesta? Ande, no sea como Felipe González o el ex general Galindo. Por cierto, cómo vive el nota este, y eso que organizó el GAL (gracias a un sevillano que era abogado laboralista, ay, ay, ay…), y fue condenado a 71 años de prisión por torturas, asesinato, secuestro y pertenencia a banda armada.
Sin embargo, estoy convencido que, como otros muchos uniformados, el del tricornio es un buen cristiano, de esos que ofrecen sus crímenes a Dios en el confesionario (aunque su director espiritual le haya aconsejado que no se arrepienta), y en las procesiones a las que acude vestido casi como usted en esa infumable fotografía. Total, ¿qué cara va a poner el Señor, sino de comprensión y afecto, hacia este asesino tan católico, si es que llega al Paraíso?. Fíjese que, sin ir más lejos, el pícnico Eligio Hernández (al que trata un veterinario amigo mío), cuando era Fiscal General se deshizo en elogios hacia aquel caritativo sayón que mancilló el buen nombre de la Benemérita. Y es que hay canarios que cantan en eterno desafine: J.J. Armas Marcelo, Jerónimo Saavedra, Fernando González Delgado, Teddy Bautista, José Carlos Mauricio, en fin, de esos intelectuales de pensamiento blando y bolsillo repleto, que jamás se solidarizarían con el ejemplar dramaturgo Alfonso Sastre; no como ese descocado y republicano Alcalde de Zalamea, digo de Puerto Real, que suelta por la boca lo que siente, aunque le cueste los ahorrillos.
Bueno, famosísimo Rey: a lo que voy. Que a ver si condena a Franco; que aseguran los libros de historia (no los que a usted le han leído mientras roncaba, sino los buenos, los que figuran en Bibliotecas Nacionales, como las que existen en Madrid o París), que ese general fue el culpable de la muerte, eso sí, en nombre de Dios y de la Santísima Virgen, de más de un millón de personas, cuyo único delito fue defender una Constitución y una democracia, apoyada por la mayoría del pueblo español. Y digo yo: si ETA ha matado a dos mil prójimos en cuarenta años y Franco a un millón, en sólo tres, más los miles a los que ordenó encarcelar y torturar desde 1940 hasta 1975, le pregunto: ¿Quién es más cabrón?
Por eso yo, que sé que usted siente debilidad por la Biblia y los actos protocolarios, donde lucir sus inmerecidas medallas y condecoraciones, u organizar reuniones culturales en las que departir con sus habituales pelotilleros, le rogaría, si un día le da por la abstemia, que jure ante las Sagradas Escrituras que Francisco Franco fue un terrorista de primer orden. De lo contrario, sufriré tal decepción que tendré que irme a Puerto Real y darle la razón a José Antonio Barroso. Por si acaso, majestad, me he sacado un billete en el AVE para ir a cuerpo de rey. ¿Qué le parece? Como ya tengo la jubilación, por cierto, algo escasa, pues me sale más baratito…
Venga, anímese y en Cádiz, donde se promulgó La Pepa* podría dejar sentado que es usted un demócrata con un par de criadillas. Hay mucha, mucha gente que aún lo pone en duda. ¿No le da pena?
Civilizadamente, le saluda,
Carlos Tena
Periodista
Postdata.- ¡Ah, coño¡… se me olvidaba una cosa: ¿Ha telefoneado al presidente constitucional de la República hermana de Honduras para solidarizarse con él, ante el sedicioso golpe de Estado cometido por las Fuerzas Armadas y la oligarquía de aquel país, apoyadas desde USA y desde Falsimedia, o más bien se congratula de que haya un nuevo ataque contra la legalidad vigente y la democracia? Porque si usted no condena y se manifiesta en la calle por esa lamentable asonada, su majestad quedará como un fascista de primer orden.
*Nota.- La llamada Pepa, Juan Carlos de Borbón, no era una furcia gaditana, sino un apelativo cariñoso que se aplicó a la Primera Constitución española de 1812, que fue promulgada por las Cortes Generales de España el 19 de marzo de 1812, día de San José, y de ahí el sobrenombre de Pepa que le dio el pueblo. Ay, majestad, qué detallazos tenía esa Constitución, que establecía el sufragio, la libertad de imprenta, abolía la puta Inquisición (usted la conoce bien), acordaba el reparto de tierras (eso no lo sancionaría usted, ni sobrio) y la libertad de industria, entre otras cosas. Fíjese que, comparada con aquella, casi doscientos años más tarde la actual Carta Magna resulta una descomunal boñiga. Sí, hombre, esa que le consagra como Jefe de Estado, permitiéndole delinquir sin que la justicia pueda actuar contra usted. ¡Picaruelo, que es usted un picaruelo…¡ Dicho sea con todo el respeto, no faltaría más.