Xornalista
Xornal de Galicia
El alcalde de A Coruña , Javier Losada, y su socio de gobierno merecen un reconocimiento por la designación de la Torre de Hércules como Patrimonio de la Humanidad. Es justo felicitarlos porque, con el apoyo ciudadano, han sabido guiar e iluminar la candidatura. Es decir, han sido el faro, llamémosle político, de esta singladura que ha rematado en buen puerto. Y el logro tiene calado histórico porque la Torre ha ganado un título para toda la vida, salvo que a algún iluminado se le ocurra instalar otra Reganosa al pie de su acantilado.
Es comprensible la euforia coruñesa de estos días, euforia comedida por cierto, porque el coruñés no es de grandes alardes o aspavientos ni en la victoria ni en la derrota. Pero una ciudad que se precia como A Coruña , no puede permitirse que los nombres que jalonan sus calles continúen manchados. Que los coruñeses y visitantes sigan paseando por un rosario de rúas con nombres como División Azul, el cuerpo de voluntarios creado por Franco al servicio de la Alemania nazi, no constituye un patrimonio digno de preservar. Y mucho menos un patrimonio de la humanidad habida cuenta que las víctimas del Holocausto se cifran entre 11 y 12 millones de personas.
El pasado 21 de junio, Xornal publicó un reportaje en el que revelaba que A Coruña es la única ciudad gallega que no ha limpiado el callejero franquista. La presencia de nombres y símbolos preconstitucionales en Vigo, Pontevedra, Ourense, Lugo, Santiago e incluso Ferrol –ciudad natal del Caudillo– es anecdótica. Ayer, Madrid, gobernada por el PP, le retiró el título de hijo predilecto a Franco. Es decir, ni la opositora derecha herculina comandada por Carlos Negreira puede excusarse aquí. Los tres partidos presentes en el Concello deben actuar ya. A Coruña no puede ser faro de la humanidad para unas cosas y símbolo de la vergüenza para otras.