¿QUIÉN MUEVE LA DELGADA LÍNEA ROJA?
Este era un ser humano poco corriente por aquello de que era fiel a sus principios, a pesar de agentes de desgaste como el pensamiento único y el tiempo. Su "abc" era sencillo, sólido, contundente e imprescindible para cualquier ciudadano democrático. Defensor a ultranza de los derechos humanos y de sus principios básicos de verdad, justicia y reparación. Consecuente seguidor de los valores universales republicanos de libertad, igualdad y fraternidad. Y demócrata hasta las últimas consecuencias.
Este republicano, ciudadano en la intimidad, súbdito, a su pesar, en la oficialidad, veía caer las hojas del calendario firme en sus ideas. Desde el descanso eterno del dictador en su mausoleo, construido sobre las vidas de sus esclavos torturados y asesinados a su mayor gloria, hasta nuestros días de transición monárquica encabezada por el heredero putativo del General, seguía con sus rutinas de lucha y defensa de las causas justas aplastadas por el sistema. Inamovible en su posición, contra viento y marea, desatendiendo los cantos de sirena dinamitadores de principios, se manifestaba, se concentraba, se expresaba haciendo uso de los derechos que la Constitución, que no había votado por limitada y monárquica, le otorgaba.
En los últimos tiempos los gobiernos habían inventado un sistema nuevo de control y etiquetaje de los individuos que conformaban la sociedad, era el ránking democrático, un baremo para saber si eras un demócrata de bien o un terrorista de mal. Marcaba el límite una delgada línea roja.
Este ser humano se quedó atónito con la novedad, para él, la línea no tendría que delimitar un espacio entre democracia y terrorismo, sino entre democracia y fascismo, era lo lógico. En una democracia podías encontrarte con fenómenos de diversa índole de los que tendría que encargarse una Justicia, sin venda en los ojos, aplicando a cada individuo las sanciones pertinentes por los hechos cometidos de obra, que no de pensamiento, tal como hace la Santa Madre Iglesia.
Pero él, lejos de amilanarse, siguió con su ritmo de vida, hombre de costumbres, ajeno a aquella norma, al fin y al cabo siempre había estado del lado "correcto" de la frontera que el Estado había marcado.
Un día, fiel a su cita, un 27 de septiembre de 2009, quiso ejercer su derecho de reunión para recordar a un luchador antifascista asesinado por la dictadura, como cada año desde hacia 34, y se encontró sin saber cómo y sin entenderlo, al otro lado de la la finísima línea roja.
Si él era el mismo y su conducta también ¿quién había movido la línea para ubicarlo en el lado de los terroristas? Él sabía quien había sido, el enemigo eterno, el sistema capitalista implacable, sus lacayos: los gobiernos domesticados, y su perro fiel: el fascismo.
A pesar de que sus compañeros y vecinos creen la versión oficial, o sea, que él ha cruzado la línea, a pesar de la estigmatización que esto le ha supuesto y a pesar del riesgo que le presupone el poder perder de golpe el pequeño reducto de derechos, que se esfuerza en conquistar cada día, él sigue su camino con el mismo rumbo, empujado por el mismo viento de libertad que le ha impulsado durante toda su vida.
La línea va escalando puestos más deprisa dejando bajo su techo a miles de aspirantes a ciudadanos de pleno derecho y quedando sobre su suelo los manipuladores, los convencidos y los amedrentados que no quieren encontrarse del otro lado.
Pero hay un ciudadano republicano que en la intimidad se mira cada noche en el espejo y sonríe con satisfacción al ver la imagen que este le devuelve, sabedor de que se haya en el sitio correcto.