- Tú tienes la cabeza llena de gabetas, de cajoncitos -me decían-, en las que metés y sacás cosas. En una las ideas, en otra la lucha, en otra el trabajo.
- Y ¿cómo es pues? -les preguntaba yo.
- Pues cómo va a ser, redonda en vez de cuadrada como vos, las cosas no están separadas.
Carlos Martín Beristain. (1997). Viaje a la memoria. Virus:Barcelona.
Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, marzo de 2011. En el marco de los actos en torno a la exposición Desaparecidos del conocido fotoperiodista Gervasio Sánchez. El propio periodista es quien modera la conferencia “El caso de las fosas comunes de la Guerra Civil y el franquismo” en la que intervienen como expositores Emilio Silva, periodista, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y Paco Etxeberría, profesor titular de Medicina Legal y Forense de la Universidad del País Vasco. El video se puede ver en http://www.cccb.org/es/curs_o_conferencia-desapareguts-35676
Interesante conferencia. Numerosas informaciones y reflexiones críticas que abren perspectivas y muestran cada vez más claramente la magnitud de la barbarie y de la vergüenza que llega a nuestro hoy día. Ya cada vez es más difícil sostener mitos que disfrazan excusas. En la conferencia ya no se habló tanto de modélica transición como de explícita “cobardía” de la clase política de la democracia. Es lo que tiene la buena memoria: sitúa frente al espejo, en el presente y muestra que queda tanto por hacer.
El espejo de la memoria devuelve una imagen, la del propio ser ante la barbarie. Una imagen que interpela intensa y profundamente, que no es fácil de aceptar, ni de negar, que obliga inexcusablemente a posicionarse: ¿qué hiciste? ¿por qué? ¿y qué vas a hacer ahora? Las respuestas, un equilibrio frágil entre el afrontar y el rehuir; entre la mirada que se mantiene al frente o aquella que busca inquieta donde refugiarse.
En cualquier caso, la imagen del espejo y las reacciones ante su visión dejan al descubierto, desnudan, hablan compleja y contundentemente. Las luces muestran las sombras; las virtudes, las carencias; los silencios hablan y las palabras dicen también de aquello que no se nombra. La imagen devuelve hasta la mirada. Pero la mirada también compone la imagen. Miradas e imágenes van juntas, de manera inseparable.
Espejos e imágenes propias: la identidad, mirando quién soy. Quién soy ante la barbarie, qué tanto me interpela a hacer algo. En función de la respuesta a la interpelación, la imagen que puedo tener de mí mismo y la dignidad ante el examen del espejo. Pero también, en función de la imagen que tengo de mí mismo, el grado de interpelación esperable y lo que estaré dispuesto a ver en el espejo. Espejo, imagen, mirada, identidad e interpelación, interactuando, en interdependencia, produciéndose mútuamente.
En la conferencia, a lo largo de las diferentes intervenciones, se fue mostrando esta interrelación. Fue frecuente que al presentarse cada quien para dar su palabra, se hiciera referencia a si (des)afortunadamente se tenían o no familiares represaliados por el franquismo.
Constituimos contenedores estancos, nos situamos en ellos y desde ahí somos, miramos y hacemos. Una cajita para cada yo.
Dentro de cada cajita, encontramos más cajitas de otras diferentes cosas. Como hormiguita laboriosa, cada yo va apilando en su interior cajitas más pequeñas. Entre las cajitas del mismo tamaño, si toma unas, no puede agarrar otras. Así se va conformando el peculiar color y contenido de cada cubículo, el ser de cada quien, de cara mirar.
Para la memoria se utilizan muchas cajitas, diferentes entre sí, de muchos tipos.
Unas cajitas son para las víctimas y otras para quienes no son víctimas. Con familiares o sin familiares represaliados. Afectadxs o no afectadxs.
Entre los no afectados, indiferentes o solidarios, gente del común o técnicos y profesionales especializados que por razón de oficio se sumergen en el tema….
Entre los técnicos y profesionales especializados, una cajita diferente para cada disciplina y cada quien haciendo sólo lo suyo.
Otras cajitas son para los lugares: hay cajitas del aquí y del allá. Otras son para las distancias: unas para el cerca y otras para el lejos. Otras son para el tiempo: una para el pasado, otra para el presente, otra para el futuro. Y así muchas otras.
Haremos según desde dónde nos situemos y miremos. Sumando las puntuaciones asociadas a las cajitas apiladas en el propio contenedor, cada quien obtiene como resultado su peculiar grado de interpelación, que oscilará por entre lugares diversos desde la responsabilidad, al deber moral, pasando por la solidaridad narcisista, la indiferencia, el rechazo, etc.
Así, si no tengo familiares represaliados, si la represión fue allá, lejos, hace mucho tiempo y soy gente común, no me afecta, no me importa, no tengo razones para actuar, y no debo hacer absolutamente nada. Si lo hiciera sería tal vez porque soy muy bueno, solidario, o caritativo, pero la verdad es que soy bastante normal.
De hecho, la escala razonable establece que sólo sería pertinente que alguien hiciera algo en el caso de tener familiares represaliados, si de alguna forma le afectó directamente, si las cosas sucedieron aquí, cerca y recientemente.
Y sin embargo no es exactamente así…Los árboles no dejan ver el bosque. El bosque está en un medio. Y el medio determina qué bosques y qué arboles son los que pueden vivir y cuáles no. Igual pasa con nosotros y las dichosas cajitas.
Las personas no somos solamente huesos y carne de organismos individuales. Somos seres activos, históricos y sociales. Nos formamos en la relación con otras personas, a lo largo de tiempo, en un ambiente relacional y cultural concreto, en el que se desarrollan acontecimientos y procesos que son realizados, significados y cargados de afectos por seres humanos entre los que hay equilibrios de poder. Es en ese entramado complejo en el que nos configuramos como individuos, como personas, como seres humanos. Quien controla el entramado, el medio, dirige las formas de relación, y encauza significados y afectos de manera funcional para la configuración de unas y no otras formas de ser humanos. Y así, a lo largo del fluir del tiempo, tratan de asegurar la continuidad y reproducción de las formas de vida social que configuran el medio a su imagen en un círculo continuado que se proyecta al futuro.
Y así nos pasa también aquí y ahora, en el medio que constituye el estado español del año 2011. Los adultos de este país nos hemos subjetivado en las formas de relaciones y valores sociales producto del miedo y de la prevalencia de la fuerza por razón de su brutalidad. La Transición no fue solo cobardía, fue también un cálculo de gobierno para continuar la fragmentación y la desactivación social del silencio y la indiferencia implantadas desde una cultura de la impunidad. Esa es la superficial “democracia” que no quiere mirar, ni que nadie mire al espejo. Sería demasiado peligroso para las posiciones prevalentes obtenidas desde su violencia original y sus complicidades posteriores. Ese es el aire envenenado que hemos respirado, en que nos hemos humanizado deshumanizándonos. Todos.
Las cajitas identitarias también están en un medio, juntas, se relacionan, dependen unas de otras, no son siempre estancas ni se excluyen mutuamente, y muchas veces mezclan su contenido. Tampoco son casuales. Son históricas, vienen de atrás, están en el presente y se proyectan al futuro, al tipo de mundo que se construye. No son inocentes. Son producto y productoras de luchas y de relaciones de poder. ¿A quién beneficia que la actual ley 52/2007 sitúe la memoria histórica como una cuestión “personal y familiar”? ¿A quién beneficia hoy, en los conflictos sociales actuales, la fragmentación y la pasividad de quienes están abajo en la pirámide de poder? La memoria y sus efectos tampoco están aisladas en una cajita estanca del pasado en el fondo del armario.
Estamos incluidos en la dimensión colectiva, en la historia. A todos nos ha afectado, de una manera u otra, de muchas maneras, hasta el hoy y el aquí. A todos nos interpela, desde nuestro pasado hacia nuestro futuro, pasando por nuestro presente. Es el aire que estamos respirando y habrán de respirar nuestros hijos, los de todxs. Tenemos mucho que aprender.
Las Madres de Plaza de Mayo aprendieron a luchar por los hijos de todas en el espacio público, ya ninguna madre salía a pedir sólo por su hijo: “para nosotras no es mi hijo, sino nuestros hijos”, era expresión frecuente entre las madres. Así, también, aquí, hemos de darnos cuenta que son lxs abuelxs de todxs, los muertxs y represaliadxs de todxs, los sueños rotos de todxs. Aquí, y allá, es luchar por la Vida.
Repensarlo todo a la luz de la barbarie, para hacerle justicia al pasado y evitar que se vuelva a repetir. Repensarnos a nosotrxs mismos, a nuestras cajitas, sus relaciones interdependientes y hasta la misma conveniencia de usar cajitas para mirar, pensar, ser y hacer. No vendrá de fuera, ni de arriba. Somos nosotrxs, lxs de abajo, lxs actuales olvidadxs de aki, lxs sin nombre de ayer y de siempre, lxs que nos tenemos que seguir organizando y movilizando, desde abajo, con razones y corazones. Ya nos vamos dando cada vez más cuenta, los arroyos se juntan, el río se crece…Verdad, Justicia y Reparación.
Rubén-A. Benedicto Salmerón.
Col·lectiu Republicà del Baix Llobregat