Álvaro Fernández
En poco tiempo se ha pasado de la escasa presencia de banderas republicanas en las movilizaciones sociales a una cierta proliferación de las mismas. De la exclusiva asistencia a los actos republicanos de personas adultas mayores o muy mayores, hemos pasado a la incorporación de algún sector de jóvenes, que marca un sentido de continuidad del republicanismo democrático radical.
Hemos asistido a un 14 de abril prolífico en actos a nivel del estado, más o menos numerosos y de distinta naturaleza pero, en general, no solamente como una simple efeméride sino con un carácter mayoritariamente reivindicativo, antimonárquico y por la III República. Es decir, la imbricación dialéctica del pasado, presente y futuro. Sin olvidar la presencia de la gravísima situación económica y social que atravesamos en estos momentos y la actualidad de la recuperación de la Memoria Histórica, basada en la aplicación del derecho internacional penal de los crímenes de lesa humanidad del franquismo, y otros asuntos de igual importancia. Son factores a tener en cuenta, pero que no puede llevarnos a triunfalismos, como apuntan algunos, sobre la capacidad, el avance del movimiento republicano y la calidad de su unidad. Son señales, como diría Fernández Buey, pero no una tendencia imparable.
Con estas premisas – obviedades imprescindibles diríamos-, se nos plantea la cuestión de la necesaria unidad de acción del movimiento republicano no institucionalizado en su más amplia acepción. Si bien es cierto que el aumento cuantitativo de los actos es una señal de cierta ampliación del movimiento republicano, también es su punto débil, al no haberse alcanzado, al menos de manera generalizada y consolidada, la necesaria y amplia unidad en la acción. En Madrid el PCE desde la reciente posición oficial, rupturista con la constitución monárquica y, por lo tanto, con la institución, llamó a su afiliación a participar en la manifestación unitaria del 18 de abril. No sabemos si es una señal.
En Barcelona, capital de Catalunya, a la misma hora había hasta cuatro actos diferentes repartidos por la ciudad. Y ello nos lleva, sin dramatismo, pero con cierta contundencia a reflexionar sobre los problemas de la unidad en la acción del movimiento republicano. Aprovechamos también para rechazar las celebraciones “champaneras” institucionales, que nada tiene que ver con una consecuente actitud republicana.
En Barcelona, capital de Catalunya, a la misma hora había hasta cuatro actos diferentes repartidos por la ciudad. Y ello nos lleva, sin dramatismo, pero con cierta contundencia a reflexionar sobre los problemas de la unidad en la acción del movimiento republicano. Aprovechamos también para rechazar las celebraciones “champaneras” institucionales, que nada tiene que ver con una consecuente actitud republicana.
Algunas ideas sobre estos temas ya han sido expuestas en el artículo “LA ENCRUCIJADA DEL MOVIMIENTO REPUBLICANO”. Sobre todo en lo referido a la falta de un amplio espacio social y sin atadura del movimiento republicanista.
Volviendo al tema de la unidad conviene puntualizar alguna cuestión. Matizar en primer lugar la unidad en la acción de carácter puntual, de la unidad para la acción también de naturaleza táctica pero a más largo plazo. Es cierto que basándose ambas unidades en un concepto de la flexibilidad, que será más amplia –es óbice- en el primero que en el segundo supuesto. ¿Quiere esto decir que los principios que fundamentan el movimiento republicano y democrático radical cambian de una situación a otra? Indudablemente, no. El derecho irrenunciable a la autodeterminación de los pueblos del estado español, la negación de la legalidad de la monarquía basada en una constitución y en una operación continuista del franquismo –ilegal en su constitución como estado fascista- o el rechazo del modelo de impunidad de los crímenes contra la humanidad cometidos en los 40 años de dictadura, avalados por la Ley de Amnistía del 77, son todos ellos elementos básicos, aunque sean tratados con una cierta flexibilidad en su aceptación.
¿Qué imposibilita, pues, ese movimiento unitarista puntual? Sin exagerar, un mayor grado de ductilidad por las partes para abordar una determinada actuación, como es la pasada convocatoria del 14 de abril en Barcelona. La anatemización de quien no nos gusta es marca de la casa de movimiento republicano, lo cual ha impedido de manera constante la formación de cualquier tipo de plataforma unitaria amplia, plural y flexible. Por repetir que no quede, pero los insistentes intentos de instrumentalización por parte de partidos políticos o sus entidades republicanas, de los movimientos unitarios surgidos o creados por ellos mismos, ha sido más lugar de confrontación que terreno unitarista, como ya hemos insistido. Hablar, en estas circunstancias de lealtades - ¿a quién y a qué?- resulta, cuando menos, equívocamente ingenuo, cuando ni se elaboran estrategias comunes ni se comparten tácticas.
Debemos entender que el espacio republicano en Catalunya debe ampliarse, incrustarse en su realidad nacional, económica y social. Visualizar la división del movimiento republicano, en estas circunstancias, es dar alas a quienes desde una errónea visión, consideran el camino hacia la III República como una invención “españolista”, no como un paso hacia el ejercicio efectivo del derecho a la autodeterminación que forma parte de los derechos inalienables republicanos, democráticos y radicales, en el camino hacia la ruptura democrática con el status quo establecido mediante la “operación transición”.
Pero estas actitudes de desconfianza, contradicciones políticas, que no lo son –al menos no con la intensidad y amplitud que, interesadamente, se ha manifestado- para la unidad en la acción, es fruto de la descolocación política de la llamada “izquierda radical”, “extrema izquierda”, como suele denominarla la prensa oficialista. La desubicación política, fruto de causas internas, en algunos casos, y en otras externas, se traduce, a nuestro juicio, en una bunquerización política, en la que se prefiere ser “cabeza de ratón a pelo de la cola del león”. Esa actitud no es nueva. La historia del movimiento político está llena de ejemplos, pero en la situación actual con una profunda crisis política, económica y social, resulta muy contraproducente en términos generales y supone un separación drástica de los movimientos sociales a los cuales –cuando no se excluyen por sus planteamientos “heterodoxos”- se va más con ánimo de “influir” y de “dirigir”, en vez de llegar a consensos digeribles para todos.
Planteamientos de esta índole, referente al movimiento republicanista, por ejemplo, en Catalunya no solamente pone impedimento a la posibilidad de realizar la unidad en la acción entre los republicanos, sino que hace peligrar las acciones emprendidas para lograr la unidad para la acción a largo plazo, al encontrar dificultades para definir las bases mínimas unitarias, entre las que se encuentra la política de alianzas puntuales con propios y extraños.